Esta mañana tengo las manos frías. Aún está de
estreno la semana y yo me siento ya a finales. Debe ser que no estoy
acostumbrada a abrigarme demasiado. Soy más de equivocarme que de saber, más de
palabras que de silencios y mucho menos de otros que de mi. Viajo siempre con
la cabeza en la ventana, por si alguna ráfaga de aire puede despertarme, no me
gusta la falta de pasión ni los excesos de drama. No uso cepillo para el pelo,
me olvido de limpiar los zapatos y odio planchar. Podría alimentarme de nueces,
de uvas, de macarrones y de chocolate. Bebo cerveza pero no mucho y algún café.
Me gusta el vino, el rojo y la vida. También el amor. Fui libre en otra época,
cuando el reloj sólo adornaba y el calendario era para las estaciones. Pensaba
poco y hacía mucho. Ahora sólo pienso y casi no hago nada. Si algo ha cambiado
es eso, ahora todo tiene una causa, una consecuencia y una realidad. Y yo las
busco pero casi nunca las encuentro. Porque quizá no hace falta encontrar nada,
porque son ellas las que vienen a buscar a uno.
Quítame un calcetín, y otro. Sácame el pantalón y
rózame con tus dedos. Pasa tus manos por mi vientre o por mi espalda. Y déjame
que me beba a ratos tu boca. Y tu saliva.
Que pueda llevarme tu olor hasta mañana, para
calentarme con él mis manos frías.