Ella me dice que lo tiene todo controlado.
Me mira con sus ojos limpios y sonríe, a medias, como
hace cuando sabe que su verdad no es la verdad completa. -¿Y alguna vez es
completa?- me contesta mientras da un sorbo a su cerveza bien fría. –Supongo
que sólo cuando te contestas a ti mismo. Y ni eso.- le digo. –No me mires así,
que ya estás con la taladradora haciendo agujeros infinitos. Y sonríe, esta vez
completa, luminosa. Sonríe con sus ojos y su nariz, con las manos, con las
pestañas, con sus brazos. Sonríe mientras clava su boca en mí y me dice, sin
sonido: Si supieras que no lo tengo todo bajo control, saldrías corriendo.
Y quizá ella tiene razón. Saldría corriendo, pero
siempre en círculos. Para comenzar y terminar siempre en su voz, sin sonido. En
su sonrisa, a medias.
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