El día que ya no haya periodistas se cerrarán con llave las rotativas, habrá más espacios en los quioscos para otras revistas y coleccionables, dejaremos de mancharnos los dedos con tinta y acompañaremos nuestros desayunos con propaganda de grandes superficies.
El día que se apague el último plató de noticias y se seque el maquillaje de los presentadores, cuando ya no haya reporteros cubriendo ruedas de prensa, agitando sus bolígrafos y cuadernos, preguntando y repreguntando, poniendo en aprietos o pidiendo documentación, habrá que mudarse de planeta.
Cuando los políticos, cualquiera de ellos, o empresarios, o sindicalistas o escritores o ciudadanos de plataformas proderechos humanos o ecologistas o médicos o científicos tengan que sentarse delante de nadie para narrar sus proezas o criticar los fallos o explicar los abusos, entonces, ya veremos.
El día que nadie investigue, cuando nadie haga preguntas, cuando las respuestas no sean obligadas y cuando no haya letras para contar las historias.
Entonces, sólo entonces, sabremos que nos hemos equivocado.
Nota mental: por la dignidad de los periodistas, por la libertad de prensa y por el derecho a contar historias.
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