Estaba pensando en los paréntesis de tiempo con los que estructuramos nuestras vidas. Aprender a caminar, rodar la bicicleta sin ruedines, aprobar el carné de conducir, conseguir darle la vuelta a la tortilla...Hasta cierta edad, todos lo hitos consisten en aprender a realizar algo, en conseguir superar una etapa, en alcanzar un poco más de sabiduría. Pero, y haced vuestra propia lista, llegados a un punto (mi punto actual, sin ir más lejos) los marcadores suelen girar en torno al abandono: dejar de fumar, no levantarse tarde, dejar de comer tanta grasa, tantos dulces, dejar de trasnochar tan a menudo y bla-bla-bla.
Interrumpo mi lista porque el sonido del tic-tac del IVA golpea mi cabeza. Todo cuesta más y cada día tenemos menos. No me salen las cuentas porque algunos se están encargando de bajarnos las esperanzas y subirnos las dificultades. Y así, en ese complicado equilibrio quién puede pensar en futuro.
Menos mal que aún ocurren los milagros, los de verdad, los reales. Las pequeñas y enormes hazañas humanas que nos permiten seguir creyendo en nosotros mismos, y en futuro, sí, en un futuro también.. Por ejemplo.
Cómo sería estar respirando aire de sal y leyendo estas letras.
Le comenté:
-Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
-¿Te gustan solos o con rimel?
-Grandes,
respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.
Nota mental: El gran Ángel González siempre tiene razón.
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