Me ha llegado al alma la última campaña de Cruz Roja en la
que un padre reparte una escueta tortilla francesa entre su hijo y su hija como
único plato para la cena. La luz de esa cocina, con un brillo frío y enfermizo,
actúa cual filtro de Instagram para imprimir tristeza a la imagen y presentar
de manera más cruda si cabe las demoledoras miserias domésticas que esconden
los famosos números de la famosa crisis.
Con una vuelta por Mercadona, esa empresa presidida por un
señor que cree que es el único que sabe trabajar en España, es fácil asistir a
una conversación entre una pareja sobre los céntimos que se ahorran llevándose
no sé cuantos productos en oferta y calculando a su vez si les dará tiempo a
comérselo todo antes de que caduque.
Hace poco me contaba una amiga que en un Carrefour cercano a
su casa, en un céntrico barrio madrileño, han optado por meter las pastillas de
Avecrem en cajas transparentes con cierre de seguridad para evitar los robos,
las mismas que antes se usaban para proteger los CD´s, las cremas caras y los
berberechos buenos. La evolución natural apunta hacia vitrinas con cristales
blindados para salvaguardar la integridad física del boquerón y una caja fuerte
de donde sacaremos, previo registro de usuario y contraseña, el pan bimbo de
marca blanca.
La crisis nos está arrebatando nuestras más preciadas
conquistas sociales, ha mutado a Robin Hood para que robe a los pobres en favor
de los ricos y ha logrado que la indecencia campe a sus anchas entre quienes
tienen la responsabilidad de tomar decisiones.
El panorama es desolador y las sonrisas escasean pero
quienes creemos que el sentido del humor cotiza al alza debemos invertir en
ello. Por eso, esta cenicienta, ya en pijama de verano, acaba de leer Historias
de la puta crisis de Esther
Requena, una maga que convierte en optimismo todo lo que toca. Léanlo, les
reconciliará con la vida a través del humor y la esperanza.
Nota a pie de página: Ya nunca seremos los mismos. Mi
esperanza es que, pese a todo, todo esto nos haga mejores. Y si es con una
sonrisa, mejor.
Cenicienta: eres grande
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