Existe música para pasear, para correr, para llorar, para despertar o para dormir. Hay canciones que hacen recordar, otras que es mejor no escuchar, letras que dibujan rostros, compases que son momentos, horas, segundos. Voces que pueden devolverte a otros tiempos, a otros lugares, a otros días. Títulos que te llevan a quien eras ayer, que te hacen recordar cómo sentías, qué pensabas y qué esperabas.
Existe música para acompañar.
Y otra para disfrutar en silencio.
Alguna que precisa un gin tonic en copa de balón, algún reproche y poco más.
Otras que son un regalo, una declaración de intenciones, un trozo de amor.
Un beso con ritmo, el corazón en bandeja.
Canciones que lo dicen todo y otras que sólo gritan,
música para solicitar un rescate,
y quizá,
para sellar un trato.
Nota mental: una de ellas, para empezar. Maldita dulzura.
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