Mientras este país nuestro está sufriendo una de las peores
situaciones de su historia reciente (y digo reciente por no tener que
remontarme al horror de los años 30 y 40) un grupúsculo de hombres trajeados y
señoras con tintes recién puestos y faldas de tubo aplauden como monos de circo
a otro señor, éste con barba y acento silbante, mientras anuncia el mayor
recorte, el atentado más salvaje contra el hasta ahora conocido como estado del
bienestar. Nuestro estado ya no está bien.
Ni siquiera está.
Siento arcadas. Y siento miedo.
Sé que nada va a volver a ser como antes y no encuentro
refugio, porque no existe. Le doy volumen a mi optimismo cada mañana, levanto a
mis hijos de la cama esperando que de repente todo desaparezca y que apenas
quede el mal gusto de un mal sueño.
Pero el eco de las protestas es demasiado fuerte.
Y las lágrimas de los que ya no encuentran salida hacen
mucho ruido al chocar contra el suelo de la calle.
Dónde vamos, y de qué manera. Qué camino nos espera y cómo
vamos a transitarlo.
Nota mental: el volumen de mi optimismo hoy ya no da más de
si. A ver mañana.
Nota mental II: a esta tipa deberían cesarla de inmediato, quitarle
el carné de su partido y hasta el carné de persona. A ella y a todos lo que en
vez de llorar, aplauden.
la peor temporada de la politica española
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