jueves, 19 de julio de 2012

Escondites-Refugio


La lista de cosas por hacer (y en ejecución) es tan grande que ya no me cabe en el bolsillo. La llevo colgada del cuello, arrastrando desde mi espalda al suelo. Eso me da un ligero aire a heroína de cómic, una SuperGirl treintañera que ya ni se pone demasiado tacón ni faldas muy cortas.

Por eso apenas tengo tiempo de sentarme a escribir, taza de café en mano, y contar, por ejemplo, que siento este mes con nombre de emperador como una losa sobre mi cabeza. No recordaba lo largos que pueden ser treinta y un días. Más aún cuando los termómetros de la carretera te alertan a cada paso, cuidado, peligro, esta ciudad está a punto de explotar. Busque refugio.

Yo tengo algunos. Escondites secretos plagados de trampas. Tienen nombres de personas y yo, cariñosamente, les llamo sólo por su inicial: está V, P, E, A, J, G…así me resulta más rápido buscarlos en el smartphone cuando tiemblo y me asusto.

Mis escondites saben que lo son.

Y por eso guardan en la nevera mojitos con hielo, cervezas, cariños, escuchas, subidasdeanimo, mensajes, claroquetentiendo, yopiensolomismo y tengoganasdeverte.
Y gintonics, camarero, un par de ellos.

Gracias a mis refugios, el mundo tiene sentido. Todo lo contrario a lo que uno siente cuando se encuentra solo y aburrido perdido en la tormenta.

Nota mental: replantearse las estrategias a cada paso es una forma de mejorar el camino.

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