lunes, 16 de septiembre de 2013

Quiero saber

                                Quiero saber qué haces con mi ausencia

                                Si aderezas con ella las horas muertas,
                                Si la masticas, si la tragas.
                                Si la guardas en el bolsillo y la llevas de paseo.
                                Si la usas como almohada.

                                Quiero saber
                                si la sirves con mucho hielo y un poco de limón
                                si la compartes,
                                si es suficiente
                                si te quema o está fría


                               Quiero saber,                              
                               qué haces con mi ausencia, dime.


viernes, 13 de septiembre de 2013

Lugares



Los lugares respiran.


Al abrir la puerta eres capaz de sentir de qué pie cojea la energía que rebota en las paredes. Los lugares hablan. Respiran. Sienten.
Sólo un segundo y ya sabes si allí tendrás un refugio o si sólo eres un huésped incómodo. Es la luz, el aire, las mesas. Es el color de las paredes, los marcos de los cuadros, la madera de los quicios.

Los lugares te aman. Y te odian. Les molesta tu presencia y se vuelven incómodos, maleducados. O quieren tenerte siempre, y te atrapan.

Los espacios también tienen ojos, y boca. Tienen nombre y callan secretos. Son baúles de recuerdos y escenarios de futuro.
Son nosotros, yo, contigo.

Los espacios te besan con besos líquidos, para que te los lleves puestos cuando salgas.
Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.
Luis García Montero

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La madurez entra sin llamar (capítulo uno)




Una sabe que la madurez ha entrado cuando, entre otras evidencias,  haces las cosas porque te da la gana. Porque sí. Fin de las listas de pros y contras. Esto lo hago porque quiero, porque ya sé andar igual de bien con zapatos planos que con tacones y porque no salgo a la calle sin un poco de anti ojeras.

El día en el que al otro lado del mostrador alguien te dice: ah, sí, usted (eh) ya necesita una crema antiarrugas, que cumplidos los treinta (y pico) la piel ya lo va notando (¿?), ésta es perfecta, anti brillos, anti arrugas, anti flacidez… Ese día, con esa crema y cien más, llegas a casa, o apuras en el maldito espejo del coche –que todo lo ve- y descubres que sí, que la tipa que vive detrás del mostrador tiene razón, que ella te ha visto lo que tú no has sido capaz de ver hasta ahora, que tienes surcos justo al lado de los ojos,  que tienes brillos, que las patas de gallo han llegado a tu vida, y lo hacen para quedarse. Que te han llamado de usted y eso es muchísimo peor que cualquier arruga y cualquier pata de gallo del mundo, por muy ariscas que éstas sean.

Y de repente pero no por casualidad, plinnn! Empoderamiento del tirón. Una se levanta una mañana de la cama conectada, valiente, madura. Con sus arrugas y su semi flaccidez diciendo buenos días, y con el café del desayuno endulzado con algo más de calma.

Con los mismos problemas  pero con modificación de perspectiva.
Con las mismas carencias, defectos, virtudes, ansiedades. Pero diferente.

Así que Usted, que no piensa dejar su bipolaridad afectiva, ni va a dejar de apretar barriga para cerrar botones, ni de calzar deportivas de colores, ni de sentirse diminuta y no por ello menos grande. Usted, que piensa seguir siendo felizmente inmadura, ahora ya ni pide permiso ni pide perdón. Y eso compensa todas las arrugas, toda la flaccidez y todas las ojeras del mundo.

Nota mental: mis amigas de cuarenta se pintan los labios de rojo pasión, practican el alisado japonés, el reiki y las fiestas de pijamas. Y encima, están conectadas. Y empoderadas.

martes, 10 de septiembre de 2013

Abstinencias

El síndrome de abstinencia tiene carácter reservado. Y múltiples variables.

Puede sentirse como una punzada en el centro mismo del estómago, trepar hasta la garganta, y quedarse allí, asfixiando. O se convierte en una energía infinita que se agarra a las horas y a los minutos haciéndolos lentos, babosos, eternos.

El síndrome de abstinencia es alargar la  mano con sus dedos y sus ganas y agarrar el vacío. Saber que hay cosas que decir pero no hay tiempo para escuchar. Es olor.
 

La necesidad silenciada,
Hambre, escozor, tu voz.

martes, 3 de septiembre de 2013

Idiomas



Le gusta la forma de sus manos. Y su textura. Sabe que puede perder sus delgados dedos entre los de él y que todo encaje. Lo sabe antes de hacerlo, le basta mirar cómo sus manos se mueven mientras habla. Cómo apuntan hacia la mesa antes de alcanzar la botella y servir más vino en las copas, cómo se abren y cierran guiadas por la intensidad de su conversación.  Las manos dicen tantas cosas como la boca, o quizá más. Los ojos también, pero tienen menos pudor. Pero las manos. Con sus dedos y sus muñecas y sus antebrazos. Ellas callan más de lo que saben.

Hay manos torpes, frías, ásperas. Manos delgadas y cargadas de huesos. Manos ligeras y otras sin tacto. Pero sus manos. Las suyas tienen el color justo para besarlas. La calidez en equilibrio con la dureza. La forma justa para agarrar un cintura y no soltarla, le fuerza necesaria para sostener una nuca camino de un mordisco en el labio. Sus manos abren caminos y cierran puertas. Hablan idiomas, bajan cremalleras y suben faldas. Sus manos son la entrada a cualquier sitio donde hace calor. Y frío.

(...) Mira sus manos mientras él saluda cordial, como si nada. Cuando ya han regresado a ser lo que son a veces.

Y entonces son los ojos, los que nada se callan, los que hablan en voz alta.




lunes, 2 de septiembre de 2013

Septiembre

Ya sabéis que ha llegado septiembre. Para quedarse, como siempre. Porque septiembre es un mes que se queda. Y ya no se marcha hasta el año que viene, cuando volvamos a quejarnos del calor, cuando comience la operación biquini y cuando abran las piscinas.

Septiembre es el compromiso. Promesas de cara al espejo con los dedos cruzados en la espalda. Porque quién aguanta el invierno con fidelidad a la causa del optimismo a cuestas. 

Septiembre llega y
ella sigue en otro sitio, haciendo de madre sin serlo, modelando comportamientos infantiles en otro idioma, haciendo nudos de corbata en pequeños cuellos de camisa y comiendo siempre a una hora menos. Está lejos porque en este puto país ya no hay sitio para nadie. Está en otro sitio conduciendo por la izquierda y  haciendo cosas que no quiere porque aquí no tiene ni un metro cuadrado para sobrevivir. Todo hipotecado, robado, desahuciado.

Vamos a montar un pequeño país para los buenos que no están, los que tienen de paseo sus maletas y sus mentes. Un país donde el esfuerzo y la capacidad muevan las opciones, donde la inteligencia sea la moneda de cambio y donde la bondad sea imprescindible para fichar cada mañana. Sin reformas laborales asesinas, sin subidas infinitas de tasas universitarias, sin caciques ni dictadores ni súbditos cobardes. 

Un país pequeño, pero de verdad. 
No sabemos qué lugar ocupará en el mapa. Pero eso no importa, ¿verdad?


Nota mental: hay muchas copas de vino que tomarse aún.