jueves, 28 de junio de 2012

Orgullos@s de todo

Los más obsesionados con el sexo son los que tienen sus instintos más reprimidos. Es una máxima tertuliana, lo sé, pero no veo a nadie levantando la mano en este momento para decirme lo contrario.

Qué les pasa, me pregunto. 
Por qué quieren controlar, decidir o juzgar con quién, cómo o cuántas veces practicamos sexo. Si lo hacemos con otra mujer o si son dos hombres los que se aman. O tres. O treinta. 
Dónde está la medida de lo natural o lo normal.
Nadie puede tener derecho a criticar u opinar sobre el intercambio de placer libre y consentido entre personas.
Nadie debe meterse entra las sábanas o las piernas de otros si no es llamado o bienvenido.

Es la envidia, la ira, la represión. Y el aburrimiento, porque ya me diréis si no hay que estar aburrido (o peor, vacío) para perder el tiempo intentando ensuciar la libertad de los demás. 


Me los imagino a oscuras, tapados con la sábana hasta la nariz, con los pantalones del pijama por las rodillas, masturbándose mientras piensan en el culo de su compañero de despacho. 
Luego, ya sin restos del naufragio, escribiendo en twitter: maricones.



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