jueves, 3 de mayo de 2012

Miento, luego no existo


Me hice periodista para no madrugar. Para escuchar con los oídos de los demás. Quería que cada día fuera diferente del anterior y nunca la víspera de otro igual. Conocer muchos lenguajes y escribir siempre con punto y seguido. Convertir las palabras en energía renovable. Sentir a golpe de pequeñas historias. Dar papeles protagonistas donde otros solo ven figurantes. Lograr que alguien se reconozca en una frase. Extraer esencias y compartirlas. Hablar solo para que otros hablen. Denunciar para transformar. Y escuchar para que todos aprendamos a hacerlo mejor.

Hay cosas que solo suceden al contarlas. Y para eso estamos. Tenemos la  responsabilidad de impedir el silencio donde se esconde la impunidad y poseemos el privilegio de descubrir a los demás una buena historia.

No existe la objetividad pero sí la honestidad y de eso estamos faltitos. Por eso hoy, el día de la libertad de prensa, es un buen momento para la reflexión y la autocrítica, para luchar contra el merecido desprestigio que nos ganamos a pulso con cada mentira. Sí, mentiras. Es increíble que tergiversar y manipular se hayan convertido en un eufemismo.

Nuestra libertad es la de todos y la estamos perdiendo a chorros.

Así nos va.

Nota de cierre: vuelvo a vivir de noche, aunque traigo luz para rato. Avisados estáis.



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